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La era de Mesegal acoge cada año la celebración del día de todos los santos. En este sitio tienen lugar legendarias ceremonias y representaciones populares de los “rejuíjuh” (escenificaciones rituales) que fueron rescatados, salvaguardados y vigorizados por el grupo “Estampas Jurdanas” en la década de los 90 del pasado siglo, cuando ya hacían aguas por muchas partes. Tomando lo más singular de cada uno de los siete concejos que componen la comarca natural de Las Hurdes, en lo que se refiere a los festejos de Ánimas, se fue dando vida a una jornada en torno al día de Todos los Santos. Todos los actos giran en torno a la hoguera de ánimas que se realiza en estas eras. Desde primeras horas de la mañana se enciende la Jogará de lah Ánimah”con un tuero del pasado año. Sobre sus llamas, el Zajuril (especie de santón y visionario) arrojará unas migas de pan de centeno, un puñado de castañas, unos pelos de cabra, unos trozos de un panal de miel y un buen chorro de vino. Mascullando unos latinajos y unos gorigoris, ayudado por sus monagos, uno de los cuales toca la “Ehquila de lah Ánimah”, va conjurando los males del año venidero. El ritual finaliza con una tradicional calvochada popular.
La era de Mesegal acoge cada año la celebración del día de todos los santos. En este sitio tienen lugar legendarias ceremonias y representaciones populares de los “rejuíjuh” (escenificaciones rituales) que fueron rescatados, salvaguardados y vigorizados por el grupo “Estampas Jurdanas” en la década de los 90 del pasado siglo, cuando ya hacían aguas por muchas partes. Tomando lo más singular de cada uno de los siete concejos que componen la comarca natural de Las Hurdes, en lo que se refiere a los festejos de Ánimas, se fue dando vida a una jornada en torno al día de Todos los Santos. Todos los actos giran en torno a la hoguera de ánimas que se realiza en estas eras. Desde primeras horas de la mañana se enciende la Jogará de lah Ánimah”con un tuero del pasado año. Sobre sus llamas, el Zajuril (especie de santón y visionario) arrojará unas migas de pan de centeno, un puñado de castañas, unos pelos de cabra, unos trozos de un panal de miel y un buen chorro de vino. Mascullando unos latinajos y unos gorigoris, ayudado por sus monagos, uno de los cuales toca la “Ehquila de lah Ánimah”, va conjurando los males del año venidero. El ritual finaliza con una tradicional calvochada popular.
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